Notas acerca de los sentidos del fracaso escolar

CRISTIAN LUCERO
LOURDES VIAMONTE LEME (colaboradora)

Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Argentina

El contexto en el que se entiende al fracaso escolar
Los sistemas educativos nacionales, y muy en especial la escuela, han sido objeto de múltiples análisis provenientes de diversos enfoques políticos, filosóficos y sociológicos.
Teniendo en cuenta el grado de desarrollo con que cuentan las ciencias sociales resulta evidente que la definición y la construcción de cualquier problema u objeto de análisis e indagación se corresponde con determinados marcos referenciales.
El fracaso escolar ha sido el modo con que se ha denominado a un determinado proceso y resultado al interior de la escuela. De esta manera, algunos han puesto el énfasis en el análisis de las capacidades de los sujetos que obtienen malos o insuficientes resultados escolares, mientras que otros centraron su atención en el proceso de enseñanza aprendizaje.
En este trabajo, pretendemos revisar algunas de las derivaciones, consecuencias e implicancias que han tenido y tienen las miradas acerca del fracaso escolar que se construyen desde el paradigma del consenso (Kaplan y Llomovatte 2005). Entenderemos, por tanto, que el fracaso escolar es una construcción social que refleja las condiciones y los propósitos políticos de la acción educativa.
Para desarrollar nuestro propósito comenzaremos intentando contextualizar la cuestión del fracaso escolar a partir del repaso por algunas características que han presentado la instauración de los sistemas educativos nacionales, ya que consideramos que las condiciones fundacionales son aportes de peso para analizar el presente. En este sentido se sostiene que las ciencias que estudian al sujeto, lo educativo y la relación entre ambos no deben olvidar la historia del dispositivo escolar y el propósito del proyecto educativo liberal respecto de los niños (Baquero 2001: pp. 225). Continuaremos explorando algunos significados posibles en torno al fracaso escolar, para dar paso finalmente a la presentación de tres operaciones que lo vinculan con las políticas educativas.


Entendemos que el fracaso escolar no se limita a las particularidades regionales y al mismo tiempo, reconocemos que estas marquen sus respectivas improntas. En esta presentación nos referiremos específicamente al caso sudamericano y especialmente al argentino.
A diferencia de muchos Estados europeos, los sudamericanos experimentaron un proceso de construcción acompañados por y siendo instrumentos del desarrollo de la Nación (Alliaud 2007). Lo cual implicó que los jóvenes Estados tuvieran que encargarse de la instauración de la Nación a fin de conformar una unidad sólida que permitiera un determinado tipo de organización social. En esta empresa, el servicio prestado por los sistemas educativos nacionales fue vital para el desarrollo de la nueva forma de organización político y social que buscaba el liberalismo de la época.
Podemos decir, en resumidas cuentas, que la escuela realizó una importante contribución en la homogeneización de las sociedades sudamericanas que, atendiendo a la cantidad de diversos grupos sociales (nativos, criollos, mestizos, inmigrantes europeos), eran caracterizadas como heterogéneas. Dicha contribución consistió en asumir la función de la formación del ciudadano.
En ese esfuerzo destinado a la homogeneización de las sociedades (costumbres, idioma, sentimiento nacional, etc.) se pueden identificar, en el funcionamiento interno de la escuela, elementos de diversa origen que componen al universo escolar y que han operado como mecanismos de disciplinamiento, control y clasificación. Un claro ejemplo de ellos fue la creación de un curriculum escolar. Nos detendremos en este dispositivo porque lo entendemos representativo del proceso de construcción y consolidación Nacional.
Es interesante resaltar que las primeras referencias al curriculum aparecen en relación con la concesión de grados o certificados (Reid, 1998: pp. 11).
La organización curricular termina de fraguar con la edificación de los sistemas educativos nacionales, a partir de la fuerte masificación de la educación que la torna un asunto de nivel nacional tanto en términos políticos, ideológicos y técnicos.
Diferente es el caso de la educación no estatizada, que se constituía como terreno de las elites ilustradas o como una novedosa forma de cultivar la religión en las generaciones más tiernas. En cualquier caso era un tema de cada organización o grupo social y por lo tanto era un bien privado. Cada institución u organización educativa podía estar normada por su currículum (particular); que sin lugar a dudas este no tenía pretensiones de homogeneizar a una nación o el campo educativo. No se discute aquí la efectividad de los mismos, si no su masificación y su nivel de complejidad.
Cuando diferenciamos la educación en términos “estatizada” o “no estatizada” no estamos realizando una distinción histórica o meramente decorativa. Esta diferenciación, siguiendo las investigaciones de Narodowski (1994 y 1996), aparece como un elemento de gran utilidad a la hora de situar diferentes momentos del desarrollo de la pedagogía moderna. Narodowski sostiene que la educación recorrió diferentes etapas en términos de continuidades y discontinuidades. Tomando como situación inicial de la pedagogía moderna la “educación como razón de las corporaciones”. En ese momento la educación no estaba bajo la égida del Estado; ya que la estatización de la educación se inicia a fines del siglo XIX. “… Durante los siglos XVII, XVIII y la primera mitad del XIX, ni en Europa ni en América la simultaneidad sistémica pudo hacerse real. Los Estados nacionales no eran lo suficientemente fuertes como para disciplinar a todas las escuelas, a todos los maestros, a todas las congregaciones religiosas, a todos los padres y a todos los alumnos. Era necesario constituir un sistema político nacional con poder capaz de imponer un curriculum, imponer un calendario escolar y doblegar (con la violencia o con la política de la obligatoriedad escolar) a aquellos que no quisiesen avenirse a una educación escolar uniforme.” (Narodowski: 1999; pp. 96. Negritas nuestras).

No hay comentarios:

Publicar un comentario